A mí me gustan los aromas cálidos,
profundos, penetrantes:
de madera de sándalo, de ámbar,
con un toque floral de azahar o de gardenia.
Las poesías lo mismo,
me encanta el sonsonete de los ritmos marcados
y creo que los poemas
han de escribirse en verso.
Adoro a esas personas que dejan su perfume
cuando salen de misa o entran al ascensor,
como adoro el romero,
las celindas del parque cuando llueve
o los lirios morados o las rosas,
como adoro los versos, de once, siete, catorce,
ocho, dieciséis sílabas. La magia de su música
es una bendición, es un hechizo,
un regalo del cielo, que perfuma
la prosa insoportable de la vida y su tedio.
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