Piel de asno
No queremos quitarnos
el práctico disfraz de burro hirsuto
que tanto nos afea.
Nos aferramos a su crin amable
y arropados con ella nos dormimos
al horror de la noche, en la esperanza
de que llegue la Aurora y con sus dedos,
tan fuertes y rosados,
haga trizas los cuerpos de nuestras pesadillas
y los avente luego en el aire tranquilo,
como restos de nubes o vedijas de lana
prendida entre zarzales.
Conservamos, es cierto,
los vestidos de sol, luna y estrellas,
pero los reservamos
para esas ocasiones especiales
que casi nunca llegan.
Por eso muchos hombres
descienden al Infierno
con su disfraz de burro por sudario.
Comentarios recientes