Arte poética
A Charles Morice
Sobre todo la música
y prefiere el Impar.
Más vago y, en el aire,
más soluble,
sin nada que en él que pese
allá donde se posa.
También es necesario
que no afines del todo
y escojas tus palabras
con cierta parsimonia:
nada es más agradable
que el canto gris. En él
se mezclan lo preciso y lo impreciso.
¡Él es los bellos ojos tras los velos.
Él es el sol que tiembla al mediodía.
Él es, sobre los cielos de los otoños tibios,
el desorden azul de las claras estrellas!
Pues nosotros amamos el matiz.
¡No el color, nada más que el matiz!
¡Oh, el solo matiz une
el sueño con el sueño y el cuerno con la flauta!
¡Destierra a toda prisa la mortal Agudeza,
el Ingenio cruel, la Carcajada impura,
que hacen llorar los ojos del Azul,
y todo el tufo a ajo de esa cocina baja!
¡Atrapa la elocuencia y retuércele el cuello!
Harás bien, además, para conseguir fuerza,
en volver a la rima un poco razonable.
Si no se la vigila, ¿hasta dónde irá ella?
¡Oh! ¿Quién podrá decir las faltas de la rima?
¿Qué niño sordo o qué negro demente
nos forjara esta joya de tan poco valor
que suena a hueco y falso si se la lima un poco?
¡La música ahora y siempre!
Que tu verso arrebate,
que haga sentir al alma que huye por el camino
que conduce a otro cielo, a otros amores.
Que la buenaventura sea tu verso,
esparcida en el aire tenso de la mañana,
el que hace florecer la menta y el tomillo…
Y todo lo que queda solo es literatura.
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