COTORRAS EN ABRIL
Vinieron de muy lejos
- mascotas enjauladas-, pero algunas
encontraron aquí su Nuevo Mundo
y, por la ciudad, libres, procrearon.
Sus fantásticos nidos pendían de las copas
de los chopos gigantes, de los olmos.
Parecía que no estaban en su sitio,
que no encajaban en la pesadilla,
esas saetas verdes graznadoras.
Fueron desalojadas. Los bomberos
-a instancias de un vecino ultra enterado-
destrozaron la grácil,
exquisita factura futurista
de sus casas colgantes de ramitas trenzadas.
En la tibia mañana del fresco abril las veo,
pero no diré dónde,
y escucho sus graznidos de amor y de alegría
que remueven el aire, que me alegran
y entristecen a un tiempo.
Aunque ellas no lo sepan
a este lado del mar son una plaga.
La sombra del halcón se cierne ahora
sobre sus pobres vidas indefensas.
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