Sé para mí como el rumor eterno
del viento solitario
y no como las cosas pasajeras
-regocijo floral-.
En la soledad firme de los acantilados
sin sol y de aguas grises, tenme a mí.
Deja
que, suavemente, de nosotros
los dioses hablen en el otro mundo
y que las sombrías flores
del Orco te recuerden.
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