Las dos caras del espejo
Un rostro de mujer sombrío y arrugado
me mira desde el fondo pulido del espejo
y dice que soy yo, que el mundo es viejo,
que los grandes momentos son pasado.
Pero mi alma, embebida en el cortejo
de la musa Terpsícore, ha burlado
con su danza de fuego desatado
la gravedad de tan mortal consejo.
En el pelo una rosa y en la frente
el fulgor delicado de una estrella:
siempre alegre y gentil, siempre riente.
Estrella o flor divinamente bella,
el tiempo no la hiere; eternamente
muestra el cristal su cara de doncella.
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