DON DE LENGUAS
En veintisiete idiomas
te dije que te quería,
pero te fuiste con otra.
¡Qué negra suerte la mía!
Como tú no te enterabas
de mi eterna letanía
me quedé allí arriba sola.
Como la fruta tardía,
estaba en las ramas altas
y nadie me recogía.
A los cielos y a las nubes,
sin pena y sin alegría,
relataba mis amores
desde que apuntaba el día
en unas lenguas que nadie,
nadie en el mundo entendía.
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