Volví otra vez allí,
al viejo caserón de nuestra infancia,
por si encontrara aquello
que había estado buscando tanto tiempo.
Abrí todas las puertas,
tal como me dijiste,
pero no encontré nada:
el maldito fantasma se había ido.
No necesita puertas ni ventanas
para salir volando cuando quiera,
como no tiene huesos…
Tampoco estaba Venus en el bosque de mirtos
ni ardían los pebeteros en su pequeño templo
ni pomposas guirnaldas ornaban sus altares.
Veo que ha vuelto a jugármela
y que he caído en sus redes.
¡No tan deprisa, amigo,
ya ajustaremos cuentas otro día!
Comentarios recientes